lunes, 4 de julio de 2016

Junqueras, un líder pre-moderno

Decía hace unos días Ramón de España:

«Después de la sesión de bondage económico que le aplicó Borrell a Junqueras en can Cuní —al Junqui solo le faltó echarse a llorar, aunque el hombro de su contrincante no fuese tan mullido como el de Mònica Terribas—, nadie en su sano juicio podía votar a semejante tarugo, alguien que ante cada nuevo sopapo de Borrell, farfullaba cosas modelo "No, si ya, pero es que a mí me hace ilusión la independencia", apelando a sus sagrados sentimientos en vez de mostrar algún conocimiento, por mínimo que fuese, del área que se le ha confiado en el Gobierno catalán».

Pues bien, un sujeto que sigue aferrado a futilidades como que "Damasco fue la capital de las tierras catalanas en el S.VIII", que "nos hace mucha ilusión decidir nuestro futuro", que "España nos roba" y poco más, se quiere arrogar (¡junto con Rufián!) la responsabilidad de crear una República Catalana que sea 'más justa' que lo que tenemos ahora. ¿Quién con un poco de seny —y los catalanes lo tenían— puede confiar en un elenco de este estilo?

Pues sí, a juzgar por el resultado del 26J parece ser que 'haylos y habrálos', como defiende Valentí Puig en su columna. Se trata, según él, de una cuestión de magnetismo personal, algo difícil de entender para Gran Uribe:

Oriol Junqueras, un líder pre-moderno
(Montaje de ARCU)
«La condición políticamente pre-moderna de Oriol Junqueras va camino de ser una franquicia de seducción, no de vestuario, apariencia o tonalidad, sino de magnetismo. Lo dicen los electores. Todo lo contrario de un líder postmoderno, Junqueras opera con destreza como, por ejemplo, cuando consigue mantenerse durante meses sin afirmar ni negar nada, a la vez que sus rectificaciones de rumbo llegan a ser imperceptibles, lo cual permite navegar en sentido norte, sur, este u oeste aportando proporcionalmente tanta inmovilidad como haga falta. La franquicia de Oriol Junqueras no caduca. Basta ver cómo ha superado el impacto hiriente de su debate con Josep Borrell, moderado por Josep Cuní y centrado en la economía de la secesión. Hay que buscar con lupa alguien que crea que Oriol Junqueras ganó el debate. Borrell actuó con una dialéctica de demolición y un conocimiento de la materia que desbordaba los datos y argumentos del adversario.

Lo cierto es que la franquicia Junqueras funciona aunque cueste recordar que haya dicho alguna cosa sustancial. Derrotado aparatosamente por el ímpetu y rigor de Josep Borrell —ya se sabe, jacobino, etcétera-— el poder magnético de Junqueras se mantiene intocable.

¿Por qué peculiar pulsión de confianza tantos electores votan al partido liderado por un hombre al que unos días antes han podido ver en situación tan precaria debatiendo con Josep Borrell? En fin, al margen de su magnetismo tacticista, ¿es que Junqueras sabe de algo? [...]

En plena campaña electoral, Gabriel Rufián y Oriol Junqueras decían que el Estado es “irreformable”. Lo que verdaderamente no sabemos es qué margen tendría un Estado catalán no ya para la reforma sino para la supervivencia elemental. En caso de que exista, el método económico para la Cataluña separada de España no será una aportación personal de Junqueras ni de Rufián. Del mismo modo, suponer que una república catalana sería más justa —como dicen Junqueras y Rufián— es un apriorismo difícilmente sostenible». [...] 


4 comentarios:

  1. A mí, como a Gran Uribe, me cuesta comprender en qué reside el magnetismo de Junqueras. Pero también es verdad que ya hace mucho tiempo que he renunciado a entender las claves de la disparatada política catalana...
    El Tapir

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  2. A mí, como a ustedes, y ya somos tres, bueno cuatro, si contamos a Ramón de España, también me cuesta entender lo de Junqueras. Nunca le he oído decir algo convincente, claro para mí, para otros puede que sí, como demuestran los votantes. Además ahora hay que añadir a Rufián y a Tardà. Hay que tener más moral que el Alcoyano para votar a ese plantel. En fin, yo, como El Tapir, también he renunciado a entender algo. MJ

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  3. No resulta fácil entender como los catalanes, a los que desde el resto de España teníamos como el no va más, se dejan se seducir por esos dos mastuerzos.
    Gracias

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  4. Yo, que soy charnega, tampoco lo entiendo.

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