Comeremos y cenaremos como en Europa

Dice Francesc Homs, conseller de Presidència, que antes de julio hará “una propuesta de pacto para la reforma horaria con los cambios normativos necesarios”.

Al parecer, la Generalitat planea promulgar una ley para avanzar la hora de la comida y la cena.

¿Por qué? Homs, ("El Patufet de Taradell") lo tiene muy claro: “hay que pasar del horario franquista irracional [...] a un horario democrático racional”.

Es decir: el nacionalismo quiere que el horario en el noupaís sea diferente al resto de España. No les gusta que también en Cataluña disfrutemos de comidas a las 14:00 y cenas a las 21:00, y que aprovechemos la manaña y la tarde como nadie más lo hace en Europa. Qué ilusión si pudieran decir “aquí som diferents, dinem a les 12h i sopem a les 18h com a Dinamarca o Anglaterra”.


Y han encontrado un argumento de peso: cenar a las nueve de la noche es “franquista”, pero cenar a las 6 de la tarde es “democrático”.[...]
Recordemos aquella hermosa y memorable pregunta de El túnel del terror: Com vols que sigui el teu país nou? 

Vull: Un país que s´aixequi ben d´hora però que dormi tranquil.
¿Quién dijo esa gente solo se ocupaba del procés? Prepárense: ahora, por decreto, comeremos cuando diga la Generalitat.

Enlace: Hay que pasar del "horario franquista irracional" a un "horario democrático racional"

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Para ser justos hay que decir que esta historia de instaurar los horarios de Dinamarca, pongamos por caso, no es un invento del borrico de Homs. Ya lo intentó el gobierno del inolvidable Zapatero ("el peor presidente de la historia de España desde Fernando VII", como dice a menudo Felix de Azúa —quizá olvida alguno—). Para conseguirlo se inventó en 2006 un extrañísimo cargo que llevaba por título "Presidente de la Comisión Nacional para Racionalizar los Horarios Españoles" y nombró como responsable a un tontaina chuponcete llamado Ignacio Buqueras, quien aún a día de hoy sigue por allí viviendo a costa de este asunto.
Javier Marías se ocupó del tema en un bonito artículo de 2006: La intromisión que no para.

Decía entre otras cosas:

Javier Marías

«Parece que en los actuales tiempos no existe Gobierno, casi ni Estado, sin tendencias totalitarias. Da lo mismo que sea de derechas, centro o izquierdas, que tenga mayoría absoluta o pelada, que sea americano, europeo, africano o asiático, que haya alcanzado el poder en las urnas o mediante un golpe. La idea antigua de que sólo las dictaduras eran totalitarias resulta ingenua, porque el totalitarismo consiste, sobre todo, en la intromisión de los Gobiernos en todas las esferas de la sociedad, en el afán de regularlo, controlarlo e intervenir en todo, de condicionar la vida de los ciudadanos e influir en ella, en no dejarles apenas márgenes de libertad y decirles cómo han de comportarse y organizarse, no sólo en lo público y común, sino asimismo en lo personal y privado.[...]

Ignacio Buqueras, el ideólogo

Pero la tendencia totalitaria no se detiene aquí[...] He visto en la pantalla a un tal Ignacio Buqueras, Presidente de la Comisión Nacional de Horarios, hecho un energúmeno y permitiéndose regañarnos por las horas en que almorzamos, cenamos, vemos la televisión o nos acostamos. Pero, ¿esto qué es?, me pregunté al contemplar al impertinente, y luego he tenido la inquietante sensación de ser de los pocos que se lo han preguntado, tan lamentablemente extendida está ya esa creencia de que los gobernantes pueden entrometerse en todo. Ese señor Buqueras es, además, un auténtico simple, por decirlo suave: al defender su propuesta de adelantar los horarios españoles de todo, ha declarado que "Así tendríamos mejor calidad de vida y los ciudadanos dejarían de estar tensos y angustiados". 
No me diga.

Según Buqueras, los españoles sólo están tensos y angustiados por hacer una larga pausa para el almuerzo e irse tarde a la cama. Y el Gobierno permite que semejante razonador lo represente en algo, tenga un cargo y cobre del erario. ¿No hay más motivos de tensión y angustia? ¿Y cómo sabe Buqueras si la gente no estaría aún peor con sus horarios? El atrevimiento y la simplonería de los llamados "expertos" -en casi cualquier asunto- resultan deprimentes y a menudo insultantes. Si el Gobierno no quiere ser totalitario, haría bien en no meterse donde no lo llaman, en no opinar más de lo justo, en no entrometerse en nuestras vidas y costumbres, en administrar lo que le prestamos y en dejarnos en paz con sus vigilancias, imposiciones y manipulaciones. No se olvide que durante cuarenta años, no muy lejanos, ya fuimos tratados por los poderes como menores de edad y como vasallos. Ya basta».

Enlace: La intromisión que no para